Tocar el cuerpo del bebé (extracto del artículo de Judit Falk)

Judit Falk, Budapest, 2008
Foto: Karsten Czimmek
En los últimos tiempos, desde que hemos descubierto la capacidad tan precoz que tienen los bebés a nivel sensorial, cognitivo y de aprendizaje, se nos está olvidando la importancia que tiene prestar atención a su cuerpo, no solo observando su crecimiento físico o la existencia o ausencia de dolencia-enfermedad; hablamos de entender que los niños pequeños viven, sienten, aprenden y se expresan, sobre todo a través de su cuerpo.


Para que el niño se desarrolle y crezca, deben darse ciertas condiciones como es que exista un cuidado de calidad y esto incluye: satisfacer sus necesidades afectivas, sus necesidades de actividad y ordenar cuidadosamente su entorno.

Nos centraremos ahora en la importancia del tacto y del cuidado físico de nuestros bebés.


Es importante lo que ocurre al niño durante el nacimiento e inmediatamente después, pero no es menos importante lo que vive a continuación.


Winnicott decía que "su piel es la membrana que separa el <<yo>> del <<no yo>>" y es que a través de la información que el bebé recibe a través de su piel y su cuerpo, va creando gradualmente su imagen personal. Por eso es tan importante tanto:

  • la propia actividad que el bebé desarrolla con su cuerpo.
  • como lo que los demás le hacen a su cuerpo cuando le tocan, le sujetan, le dan de comer y le cuidan. 
El bebé llega a conocerse a sí mismo y al adulto principalmente durante el cuidado, durante la satisfacción de sus necesidades físicas. Debemos prestar mayor importancia a todo lo que sucede entre el adulto y el niño durante su cuidado, pues si el niño vive la seguridad afectiva durante el cuidado, después acturará libremente en el mundo con interés, placer y sin que el adulto intervenga.

¿Cómo cerciorarnos de que el cuidado es de calidad?

Un cuidado físico de calidad une simultáneamente comprensión mutua y placer.

El bebé al principio vive sus necesidades como una tensión (hambre, frío, calor, dolor...). El que lo alivia de todas esas sensaciones es el adulto, y la mejor manera de hacerlo es comprendiendo sus gestos. Mediante la experiencia repetida de que el adulto (ante el gesto del bebé) le alivia de una tensión desagradable, el niño aprende a expresar sus necesidades y a conectar sus propias señales con las reacciones del adulto. Asocia su sentir la seguridad física y emocional con el adulto que le cuida. Las secuencias repetidas durante los cuidados diarios, facilitan el mutuo entendimiento de señales y gestos, y por tanto el desarrollo de la comunicación y el vínculo.

Si el adulto presta atención y toma en cuenta estas señales al alimentar, bañar, vestir o desvestir al niño, entonces le está cediendo "el turno de palabra" en su propio proceso de cuidado, de manera que el bebé no siente ser un receptor pasivo, sino un participante activo en su cuidado.
Por ejemplo, si el adulto toca al niño con tacto y espera sus gestos de forma comprensiva, fortalece que el niño se sienta aceptado.
Si el adulto da de comer, cambia el pañal o viste al niño de forma rápida, el niño no solo sentirá los movimientos bruscos y mecánicos físicamente desagradables, sino también que el tiempo que pasan juntos no es placentero para ninguno de los dos.

Algunos consejos pueden ser:
  • buscar el contacto visual con el bebé, que ayuda a generar ese "diálogo" o "turno de palabra" dándole tiempo para que exprese lo que quiere con señales, gestos, reacciones de su cuerpo, su tono muscular, sonidos que emite, etc. como respuesta a lo que el bebé siente, para tenerlo en cuenta y actuar en consecuencia.
  • preparar al niño verbalmente mediante frases sencillas que le anuncien todo lo que va a pasar con él (cambiarle de posición, meterle una manga, ponerle un calcetín... ).
  • no olvidar la importancia de los estímulos táctiles y el contacto corporal entre el adulto y el niño: cogerle en brazos, sentarle en el regazo, abrazarle, besarle, acariciarle.

RECUERDA:
Los cuidados que el niño recibe durante su primera infancia, afectan su vida al completo, su personalidad, su propia imagen, el desarrollo de su conciencia, su comportamiento sexual y, más tarde, su conducta adulta como padre o madre.

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Texto adaptado del capítulo 1 "Si tocamos el cuerpo del bebé" escrito por Judit Falk, perteneciente al libro "Bañando al Bebé. El arte del cuidado" de la Asociación Pikler-Lóczy de Hungría (2013).
 
En la foto de arriba (extraída de aquí) podemos ver a Judit Falk: pediatra.

La doctora Falk ha participado en investigaciones y ha trabajado en diferentes hospitales. A partir de 1962 desarrolló su actividad profesional en el Instituto Pikler, del que fue directora entre 1978 y 1991.

Judit Falk, ha escrito más de doscientas publicaciones relacionadas con pediatría, psicología y pedagogía.